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Cuando alimentarse es algo más que comer

Como sabéis, en el instituto nos estamos ocupando de la educación alimentaria de nuestras chicas y chicos. Consideramos que es nuestro deber, sí. Pero también que es urgente promover entre la chavalería la adopción voluntaria y consciente de conductas alimentarias y de otros comportamientos relacionados con la alimentación y la nutrición que promuevan salud y bienestar. Destacamos lo de voluntaria porque como bien sabéis, vuestros hijos son como esponjas que todo lo absorben, y la experiencia nos dice que, de una u otra forma, los mensajes que llaman al consumo responsable calan cuando los adultos demostramos ser vehementes, sinceros y, sobre todo, coherentes. En este capítulo podemos decir que todos estamos aportando nuestro granito de arena, desde los cocineros hasta los docentes. Una de las actividades que año tras año organizamos con más cariño es la de “el desayuno saludable”. Se trata de un pequeño encuentro lúdico con tres ejes vertebradores: la preparación del evento en sí, el opíparo menú y la no menos importante dimensión social en la que profesores y alumnos comparten un momento festivo a una hora tan poco usual como la de “antes” de comenzar las clases. Independientemente de la relevancia que le demos a esta primera comida del día (hay quien afirma que no es tan importante) nuestro objetivo es llamar la atención sobre el amplio abanico de opciones capaz de satisfacer los gustos más exigentes sin sucumbir a la oferta extracalórica y maxiazucarada que se esconde detrás de formatos bien conocidos. También intentamos que los alumnos de conviertan en “asesores” de sus primos, de sus hermanos más pequeños e incluso de las siempre dispuestísimas abuelas, para que hagan germinar pequeñas convicciones dietéticas dentro del ámbito inmediato, con el fin de que, por lo menos, nos cuestionemos en familia qué es lo que estamos comprando en el súper y para qué. Somos lo que comemos, y no hay que olvidar que hay una correlación probada entre la nutrición y el rendimiento escolar, sin entrar en otros trastornos derivados que encuentran terreno abonado entre la población adolescente, como la anorexia nerviosa o la obesidad. Por todo lo antedicho, este curso pretendemos darle un poco más de protagonismo a las familias, para que nos ayuden a difundir el mensaje. Así que os pediremos colaboración. No queremos que la iniciativa se quede en un mero acto simbólico. Y para que la semilla germine, nada mejor que el suelo fértil que tenemos en Luces y el mayor de los cuidados, garantizado en los fogones de cada casa. Esperamos que esta iniciativa tenga al menos la misma acogida de otros cursos, y podamos decir con orgullo que tanto los grandes y los menos grandes hemos aprendido cosas nuevas incluso antes de comenzar las clases.


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