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Reciclando ciencia (Primera parte)


La vieja cuchara de los abuelos, con la cabeza desgastada y hasta afilada por las infinitas caricias de media docena de labios hambrientos, es algo más que una cuchara. También es una pieza de alpaca, marca La Cigüeña, que vaciada de toda evocación sentimental, resulta un perfecto ejemplo de aleación sencilla, útil y duradera, de uso cotidiano para un par de generaciones familiares, que ahora luce en nuestra colección como un buen exponente metálico por lo que tiene de cobre, níquel, cinc... y puede que hasta un poquito de plomo. No es este el único ejemplo que se nos ocurre para formar una colección de elementos químicos con elementos de reciclaje: el mercurio de un termómetro doméstico y su funda de latón (Hg/Cu/Zn), el metal contenido en una dorada plomada de bronce (Pb/Cu/Sn), el barril de un dardo de wolframio, el iridio de una vieja pluma estilográfica, los lantánidos de una piedra de mechero (Ce/La/Nd/Dy...), el litio de una batería eléctrica, el tántalo de una pantalla de teléfono… Tanto la cultura como la tecnología se nos ofrecen a través de los materiales de los que están hechos. Las cosas son una heterogénea manifestación de combinaciones químicas más o menos complejas construidas con un puñado de elementos puros, descritos por la ciencia al detalle atómico. Las pesquisas bien llevadas nos conducen hacia el descubrimiento de decenas de elementos, algunos bien conocidos, pero otros tan exóticos y raros que la mayoría no sabe siquiera que existen. Y no es de extrañar, porque se trata de componentes de los que nunca o casi nunca se tiene noticia a menos que se disponga del conocimiento necesario para leer en las cosas que nos rodean, revelando la tecnología que les ha llevado a ser lo que son. Los componentes de los ordenadores, las lámparas de luz, herramientas, vidrios, minerales, las pilas y baterías eléctricas... Una extensa lista de objetos de uso habitual que desechamos, pero que contienen las muestras que podemos necesitar para reunir una colección didáctica sin necesidad de remover cielo y tierra. Una forma muy productiva de instalarse en el privilegiado observatorio del que analiza el mundo de lo que desechamos por “inservible”, desvelando lo que tiene de original, complejo o atractivo... pero también de pernicioso, tóxico o dañino. Si acaso el amable lector alberga alguna duda al respecto, le proponemos un ejercicio la mar de ilustrativo... ¿Cuántos elementos diferentes puede encontrar en un averiado disco duro? Si se desconoce, la respuesta, sorprende por lo apabullante: discos de aluminio, imanes de neodimio. hierro y boro, cables de cobre, revestimiento magnético de cobalto, chips de silicio, chapados de oro, condensadores de tantalio y manganeso... Te vamos a ofrecer unos buenos consejos para que mires a tu alrededor y compongas, con lo que encuentras por ahí, un interesante muestrario sobre la tabla periódica que te ayudará a estudiar y te proporcionará otra dimensión de los objetos que retiramos y desechamos cada día...




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